Hector De Anda
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CRONICA DE UN PASO POR EL TIEMPO

Por: Guillermina Olmedo

En un espacio de la galería Pecanins están las Crónica de viaje de Héctor de Anda. Limitadas por un marco de madera, un montón de cajitas guardan postales de esas que, como promoción, se reparten en bares y otros sitios públicos de entretenimiento. Dejando el anverso intacto, Héctor las pinta del otro lado y las pone en cajas de plástico trasparente. De lejos el conjunto semeja una composición de azulejos. Nadie podría adivinar lo que esconden. Colgada en el mismo espacio, su primera crónica, sin embargo, exhibe postales, boletos de teatro, de tren, invitaciones y otros testimonios de lugares visitados que quedan parcialmente a la vista: en realidad no sabemos exactamente qué obra de teatro fue a ver o a qué grupo escuchó tocar en algún concierto.

El viaje que nos cuenta es una estancia de un año en Florencia. Ya había estado allá hace años y el rencuentro fue agridulce: por un lado retomas la belleza y la historia de Florencia —eso de sentirte en pleno renacimiento es incomparable— pero el turismo ha deformado la vicia de la ciudad y todo está dirigido a servirle. No existe más el toque personal que percibiera en los años setenta pero la vida diaria en Florencia le resultó finalmente romántica Me la podaba trabajando todo el día en el estudio; salía a eso de las once de la noche a caminar en el Arno... eso so Lo que más extraño, los paseos por el río, por los jardines de Boboli.

Dice que en su obra existe siempre una referencia al tiempo, un tiempo que no resiente, al que no se resiste, que lejos de lastimarlo, le despierta alegría y mucha curiosidad. Fluyo con él. Me gusta; para mí el tiempo es el día. Resulta extraño entonces que lo meta en cajas o que lo "retrate” en la metáfora de esa etapa de la vida de un anuncio espectacular cuando los paneles que lo forman se giran alternadamente para hacerlo ilegible mientras se gesta el nuevo anuncio que nos obligará a comprar algo. Este momento pictórico forma parte también de su exposición Códigos.

Héctor de Anda Código 5  (Tríptico) Acrílico sobre tela 94cm x 284cm 2001

Héctor afirma ser visceral antes que investigador. Sin embargo sus obras, rayanas en lo conceptual, apelan directamente al intelecto. Pero estas son tan sólo impresiones, muletillas para continuar indagando cómo es que alguien, quienquiera que sea, penetra el universo de la creación. Incluso al trabajar un tema, me explica, le abstraed de la idea, que queda rebajada; y entonces te dejas llevar por la textura, el colar y el movimiento de la mano en un estado de encantamiento donde lo que emerge es el caudal de información interior. Ahí, dice, está condensado lo visto, lo sentido, lo escuchado, la vivencia completa que se vierte en idea para luego separarse de ella y resurgir en creación. Es el producto de la atención, afirma, finalmente es lo que has intuido. Esa dicotomía entre intelecto y emoción es, de todas maneras, totalmente artificial.

Actor, modelo, editor de moda de Vogue México, director de imagen de TV Azteca, Héctor ahora se dedica exclusivamente a sus pinturas, instalaciones, esculturas y videos. No tiene soporte (como se les llama hoy a técnicas y medios) aborrecido. En cuanto al video, por ejemplo, tuvo mucho éxito con la filmación de sus propios pasos exhibida en la galería florentina donde presentó su proyecto de la crónica del viaje casi al llegar. Los sueños de entusiasmaron muchísimo y aunque no pude mostrarles ni una sola pieza (todo estaba por realizarse), me dieron fecha para mi exposición. Qué suertudo, dirán muchos. Y sí, hay gente muy afortunada; sobre todo aquellos que, como Héctor, se saben felices y plenos independientemente de cómo los vean los demás.